Comentario
En la curva que forma el río Níger se concentran numerosos pueblos que, en su práctica totalidad, han vivido un pasado semejante: enfrentados en un momento u otro de su historia a los grandes imperios islámicos del Sahel, acabaron huyendo de los jinetes de Malí o de Songhai para buscar refugio más al sur, tras la barrera del río, o en montañas impracticables, o en contacto con las primeras selvas. Sus leyendas épicas relatan estos largos desplazamientos, la conquista del nuevo territorio, y la forja de la identidad de cada pueblo a través de la ocupación de la tierra.
Con el tiempo, la oposición islámico-animista se ha ido diluyendo, y el ambiente de las mezquitas atrae cada vez más a las poblaciones tradicionales; pero parece aún lejano el día en que desaparezca el uso de máscaras y esculturas religiosas, de forma que esta región sigue siendo lugar predilecto de etnólogos e historiadores, hasta el punto de constituir, posiblemente, la zona mejor conocida de toda el África Negra.
Hoy por hoy, el más antiguo conjunto artístico conocido en este ámbito lo componen las llamadas terracotas de Djenné. El nombre es, en cierto modo, inapropiado, porque, si bien las primeras piezas fueron recogidas en esta ciudad en 1940, después se han hallado muchas otras en el barro del río, y su radio de aparición llega hasta Mopti. Pero todas ellas denotan un estilo muy preciso, blando y curvilíneo, cubierto de apliques, con cabezas alargadas y orgullosamente erguidas sobre los cuerpos. En cierto modo, se advierte ya bastante de lo que serán las posteriores evoluciones locales en madera, pero trasluciéndose, a la vez, una creatividad y un gusto por detalles realistas (enfermedades, posturas asimétricas) que el tiempo acabará por barrer.
Su iconografía es muy variada, incluyendo jinetes, parejas, animales, etc., pero destacan sobre todo dos motivos: el de la serpiente, acaso vinculado al simbolismo universal serpiente-río, y el de la mujer. Es posible que tenga razón W. Gillon cuando sugiere la siguiente explicación para este hecho: "El sacrificio de la virgen está relacionado, al parecer, con las peligrosas inundaciones del delta interior del Níger. Con el fin de proteger a las edificaciones de tales inundaciones, se dice que una mujer fue emparedada viva en los cimientos. Es posible que más adelante las vírgenes fuesen sustituidas por figuras en terracota".
Según los análisis de termoluminiscencia, las terracotas de Djenné, como las algo diferentes de Bankoni, halladas en la región de Bamako, pueden fecharse entre los siglos XIII y XVII; en ese largo lapso de tiempo, sin duda pasaron por las manos de cuantos emigrantes cruzaron el Níger y pusieron las bases de las culturas hoy vivas en toda esta región.
Son estas culturas, y los pueblos que las sustentan, las que habrán de ocuparnos a partir de ahora y hasta el final del presente capítulo. A modo de esquema previo, diremos que, en el complejo mosaico de artes y estilos que cubren Burkina Faso, el sur de la república de Malí y otras regiones próximas, pueden distinguirse sin temor a errar unos pueblos particularmente creativos, a los que nos referiremos con más detalle. El primero que atraerá nuestra mirada será el dogon, orgulloso aún hoy de sus tradiciones y mitos, y del abrupto paisaje que propició su aislamiento secular. Pasaremos después a los bamana, verdadera cabeza, desde el punto de vista artístico y cultural, de todos los pueblos de lengua mande, que llegan hasta las costas del Senegal. El tercer foco a tener en cuenta será el pueblo senufo, ya abierto a ciertos aires del Golfo de Guinea; y concluiremos con el complejo que forman los bobo, los mossi y toda una serie de pueblos intermedios (los nunuma, los winiama, los bwa): son precisamente esos pueblos intermedios los más creativos, pero, en razón de su tamaño y producción, la fama de su arte ha pasado a sus poderosos vecinos de forma manifiestamente injusta.